En su 13va
versión el festival de cine y documental Inedit Nescafé trajo consigo,
además de una predominancia del punk como tema central y varias cintas enfocadas
en las biografías de músicos y bandas, una cantidad razonable de material de
carácter más satelital que tienen relación con la música, pero su enfoque
revisa aristas menos visibles poniendo el foco en la historia que se cuenta
por sobre la predominancia del nombre de un grupo; es en este nivel de la
grilla dónde nos topamos con cintas atractivas como ‘I Am Thor (2015)’ o ‘Sonita
(2015)’ y donde generalmente está lo más llamativo del festival, consiguiendo
traer piezas de difícil acceso, incluso en la era del internet, para el público
en general.
Lamentablemente la cantidad de pases que
tiene cada película muchas veces hace difícil congeniar los tiempos y quizás
varias de estas cintas podrían haber tenido una mayor repercusión al tener
aunque fuese una o dos pasadas más. Más allá de ello, y como se decía más
arriba, la tesis, el mensaje o el hilo conductor que nos plantean puede llegar
a ser mucho más que interesante.
Imagine waking up tomorrow and all music
has disappeared
Stefan
Schwietert | 2015 | Alemania | 83’
Bill Drummond es una especie de activista
contracultural que con un pasado muy singular (tuvo una banda pop (The KLF) de
la cual hizo desaparecer cualquier vestigio y registro de su música, así como también
generó revuelo por quemar un millón de libras en billetes) en este documental
trata de llevar a cabo un experimento musical en el cual nos plantea, como
espectadores, la siguiente pregunta: ¿Qué pasaría si mañana despertásemos y
toda la música que conocemos hubiese desaparecido?
Ya no solo hablando de grabaciones, sino
también de los instrumentos con que eran tocadas, todo rastro, volver a un
punto muerto en la historia donde no existe la música como la conocemos hoy. No
obstante lo que busca plantear va más allá de lo situacional, sino que va de reimaginar
las capacidades de las personas para poder crear.
Es por ello que se embarca por todo Gran
Bretaña y parte de Europa en su proyecto titulado The 17. El cual ocupa
a personas comunes y corrientes: obreros, trabajadoras de fábricas, monjas,
taxistas etc, para que emitan una melodía, sonido, etc para que posteriormente
él los reúna en una sola gran pieza musical.
Eso sí, limita la escucha de la pieza
terminada solamente a las personas que participaron como parte del proyecto
interpretando sonidos. Se asume por ende, en el documental veremos como va
reuniendo las interpretaciones- hay una escena en Berlín particularmente bella
donde se coordina un efecto surround alrededor de una plaza con la colaboración
de muchos transeúntes - más nunca escucharemos el resultado final.
En definitiva una de esas cintas que es toda
una experiencia ver, más allá de cierto pasaje interactivo con la audiencia de
la sala, y que realmente consigue generar la inquietud en el espectador si
realmente tener todo a mano, no estará menoscabando nuestra capacidad creativa
como sociedad.
Raving Iran
2016 | Sue
Meures | Suiza | 84’
El florecer de la música en parajes tan
inhóspitos como los lugares donde los quiebres sociales, políticos y culturales
luchan más bien por una sobreposición obligatoria, que por el natural fluir de
la misma, lucen muchas veces como muros inescrutables que impiden cualquier
atisbo de libertad. Es interesante por ello mismo el relato que cuentan Anoosh
y Arash, dos Djs que habitan en Teherán y tratan de hacer llegar sus sonidos
enfocados en el house, hacia la masividad, aun teniendo en contra todo un
sistema prohibitivo.
Y es que durante el documental vemos donde
han sido confinados. Ya no porque sea una música irreverente o política (en
varios pasajes aluden a que no hacen música política) si no que el material que
producen conlleva cierta occidentalidad que debe ser reproducida en los
márgenes conceptuales y literales de la cultura iraní.
Fiestas clandestinas en el desierto,
moviéndose en el underground o tratando de negociar en imprentas clandestinas
para poder imprimir sus discos sin permiso; somos testigos del recorrido que
realizan ambos muchachos tratando de visibilizar dentro de sus medios su
música. Y es que más allá del atrevimiento de hacer la música que gustan y
apostar por un futuro incierto; es el miedo constante a la policía, a ser
capturado y castigado el que da el tono
al documental.
Una situación que ve su punto de escape con
la posibilidad de participar de un festival en Suiza. Una vía de salida que
cambiará el paradigma de ambos protagonistas y los situará en esa coyuntura de
tratar de emigrar de su país aun sin la certeza de poder asentarse.
En resumen, se puede empatizar o no con la
estética sonora de Blade & Beard (nombre del dúo) no obstante el trasfondo
social que se mueve detrás, entre la libertad de expresar y la incertidumbre
del futuro, le dan un backup sumamente potente a la cinta.
Breaking a Monster
Luke Meyer |
2015 | Estados Unidos | 92’
Discernir que se nos quiere contar, que se nos vela y que es realmente
autentico en un documental es -a grandes rasgos- una de las muchas aristas
desde las que podemos abordar la apreciación de una obra. En algunos se vuelve
mucha más clara esta cualidad, así como en otros está mucho más encriptada.
En el caso de ‘Breaking a Monster’ una cinta que busca documentar los
inicios de “Unlocking The Truth”, una boyband enfocada al metal, salvo por leves matices parece mucho
más la promoción de una marca como tal, siendo excesivamente amable por quienes
impulsan la carrera de estos niños, que una fotografía creíble de la angustia
por el éxito que se entrevé en algunos pasajes.
Y es que pese a esta capa de visible consideración para con algunos
personajes importantes de la cinta, como el manager por ejemplo, de forma algo
floja, y bajo ningún punto como foco central, hace notar el difícil camino que
toman niños que deben firmar contratos que no entienden, que anhelan jugar para
escapar un rato de las agendas en las que se ven insertos producto de la
repentina fama, así como las prohibiciones que conlleva una marcialidad
inherente al profesionalismo.
Como total consigue definir los anhelos y miedos de sus miembros, sin
más la escena en que uno de los niños ve un video en Youtube donde critican
abiertamente a su banda y él asume que han sido fichados por una discográfica
por ser niños y además por poseer piel de color, y aun con todo ello decide
continuar porque está haciendo lo que él siempre soñó, debe ser el momento central
de todo el recorrido. No obstante y aun con ello, todo lo que rodea a los
protagonistas es dibujado con un cariz excesivamente extraño y edulcorado que,
como mínimo, hace dudar de su veracidad.
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