The Underwater Welder - Jeff Lemire



«You guys like The Twilight Zone?»
Así parte la introducción que Damon Lindelof escribió para la edición de este cómic, y de alguna manera con la historia terminada y sabiendo todos los símbolos de los que se vale Lemire para contar una historia (o producir una emoción aun no tengo claro cual de las dos es la que prepondera) creo da el tono a la forma en que el canadiense cuenta su historia, no obstante me estoy adelantando.
Primero lo de siempre: ¿De qué va?
Jack Josheph es un soldador submarino que trabaja para una planta petrolera en la costa de Nueva Escocia, allá abajo, en la soledad del suelo oceánico repara cañerías mientras busca evadirse de dos sucesos que le resultan implacables: la proximidad del nacimiento de su primer hijo y la muerte de su padre alcohólico, quien años atrás desapareciera en el mar durante la víspera de Hallowen. Hecho del cual se desprende una culpabilidad de la que Jack se niega a deshacerse. Ahí bajo el agua será el protagonista de un suceso sobrenatural que cambiará el curso de su vida .




Robando un poco de esa introducción de Lindelof, y de paso, argumentando el porque partir con una comparación directa con la Dimensión Desconocida hay varios paralelismos que son visibles:
Un suceso extraño que cambia a los personajes, sus protagonistas tienden de una u otra forma a estar quebrados o acarrear un sinnúmero de defectos (ser más humanos al final) y por último el más importante: ese tono de fabula donde el final tiene cierto tufillo de aleccionamiento. No obstante ahí es donde Lemire esgrime uno de sus grandes oficios.
Culpa y tristeza
Sus cómics no son paternalistas ni la lección está puesta en primer plano con un gran alto parlante correctivo. La narrativa del canadiense es sutil, tal vez son los dibujos toscos o la composición de las paginas que muchas veces esgrimen poco o casi nada de texto -evocando el silencio del mar y un pueblo fantasma- donde con solo unos ojos asimétricos y unas rayas sueltas se vuelven en todo lo que necesitamos para simpatizar con el mundo interno presentado.

La emocionalidad por otra parte siempre es un recurso que si se integra bien puede potenciar lo contado, sin embargo siempre está transitando en un camino delgado en el que desbandarse significa terminar caricaturizando más que redimensionando.
Lemire acostumbra a usar la emocionalidad mediante la tristeza o la culpa en los seres que escribe, como corazón y motor de la historia. Siempre caminando al filo de lo sensiblero, no obstante no se pasa.
Deja la pagina ausente de texto con primeros planos de los personajes mirando fijamente al vacío para que el lector sea el que termine de llenar todo lo que los carcome.

El futuro y el pasado girando como dos símbolos intrínsecamente conectados mediante una paternidad incipiente; y el sentirse responsable de la perdida del padre. El ser conscientes de todos los defectos que la figura paterna acarrea viviendo en un mundo donde las nociones generales son que los padres son figuras infalibles e inquebrantables hacen de Jack dudar todo el tiempo de convertirse en uno.
En parte el núcleo de The Underwater Welder más que el cruzar a una dimensión fantasma es quizás el proceso de mirar el espejo y notar todas las trizaduras y defectos que pensamos heredar y que intentamos evitar.

Quizás también se hace necesario el caer de lleno en un pueblo al más puro estilo del Comala en Pedro Páramo para reconciliarse con los fantasmas. Con los propios y los heredados.
Las virtudes del canadiense
Para resumir, Jeff Lemire es un gran narrador, aunque me inclino a decir en su lugar, que siempre es consciente del tamaño de las historias que necesita contar. Muchas veces repitiendo símbolos y espacios, no obstante casi nunca pierde el control de lo que tenia pensado , o más bien, de lo que necesitaba exponer.
Sus mundos son ricos aunque con pocos recursos parecen insondables y que pueden albergar todas las palabras del mundo. Historias que no se enamoran de su forma, o del estilo, sino de lo que buscan transmitir. Sea la soledad en el fondo del mar, sea el miedo al futuro, o peor aun, las culpas de días pasados.