Niños del Cerro - Lance (2018)



Hay cierta belleza en la fractura. No es tan visible ni evidente como la que usualmente se puede encontrar en los remansos o en la observación de una escena a la que nos acostumbramos. Y es que el desafío de poder encontrar méritos en los quiebres de un soporte no es un camino exento de espinas. Más efectivamente puede ser uno bastante interesante que recorrer.
“Qué hacer si nada me parece bien/ si nada parece estar de acuerdo con lo que creo yo”
Esa línea de ‘Sufre’, la canción que abre “Lance” el esperado segundo disco de Niños del Cerro, puede parecer una guía al momento de decodificar las rutas que toma la estética del grupo. No obstante si lo que se busca es entender la sonoridad del elepé será la canción ‘Lance’ a la que debemos acudir: una colisión premeditada entre melodías y jams que no solo desafía a quien las ejecuta sino que también a un escucha que debe abandonar la sutileza a la que nos acostumbramos en esa alegoría periférica que era “Nonato Coo” (2015), para adentrarse de lleno en una tormenta desordenada que colisiona a cada segundo, extendiéndose y con más de un cambio abrupto.
Discos sobre rupturas y fines de etapas hay cientos y cada cual consigue encontrar una forma que le sea propia para contar su proceso. Sin recurrir a recursos ajenos el hilado sonoro se vuelve bastante distintivo acá. Las melodías son potentes y a la vez te enrielan con facilidad -al menos la suficiente- para que la sacudida de la batería/guitarra no sea tan radical como para perder el rumbo. Y es que hay mucho de ello. Un ciclo extendido entre reposo y exaltación, sosiego y derrumbe. No son tiempos para anidarse en una sensación dominante. Virar a cada rato parece ser el norte y la única solución con la que pudieron dar en esta pasada.
La melancolía, muchas veces romantizada y suavizada, aparece retratada como un dolor de espalda, como una incomodidad que busca ser asimilada por lo que es al final: un ruido constante que se estrella y rehace la idea romántica del final. Si bien ‘Las distancias’, con la compañía de Martina Lluvias, no deja de ser dolorosa se parece más a lo primero musicalmente, pero en el apartado lirico si es mucho más pesimista:
“Tarde me senté a ver (sólo a ver)/la diferencia entre (hoy y ayer) y comprender (lo que fue)/ haber culpado de todo a las distancias.”
‘Contigo’ fue el auspicioso primer adelanto pero que una vez entremezclado con otras canciones parece más un vestigio del ánimo imperante de “Nonato Coo”. Podría ser un nexo, pero está más imbuido de la urgencia del debut. No así ‘Flores, labios, dedos’ que por forma parece mucho mejor acoplado (y de hecho tiene una batería tremenda de José Mazurett). Por colaboraciones tampoco se queda atrás. ‘El sueño pesa’, con Chini Ayarza, suena tan bien como se intuye en el papel y algunas piruetas sonoras del final que enriquecen los ribetes que pueden alcanzar las composiciones.
De hecho el mismo cierre con ‘Melisa/Toronjil’ (que no puedo eludir que me termine evocando al “Parsley, Sage, Rosemary and Thyme” de Simon & Garfunkel aunque sea por nombre) despliega esa animosidad que se venía describiendo más arriba, aunque en esta pasada musicalmente es más distintivo la ejecución de cada miembro de la banda.
“Vamos a sanarnos de verdad si dejamos pasar días infinitos de abrazar la pena que nos da”
Resumiendo, de alguna manera sin ser compacto como su predecesor, “Lance” no teme abrazar sus pesares y sonar desde la fractura misma, o citando las palabras del mismísimo Simón Campusano, no deja en ningún instante que el susto se trasforme en miedo.
Las oportunidades que ofrecen las crisis nunca parecieron mejor aprovechadas, así como tampoco faltó el coraje para sortearlas.

Planetas Invisibles: Antología de ciencia ficción china contemporánea - Ken Liu y varios autores


A veces enfrentarse a una etiqueta trae consigo cierto prejuicio acerca de la cosmovisión con la que se abordarán las temáticas. Y me pasaba con cuática en esta compilación de ciencia ficción china, no obstante es tan amplio el abordaje y desarraigada la gama de intereses que mueven a los autores, que más allá de mis aprehensiones sobre los entornos de cada cuento, el libro me supo muy diverso en el trasfondo de sus historias.

Relatos amplios y desligados entre sí, tanto como la voz (con todas las pérdidas que se intuyen al ser una traducción al español del inglés y esta última del chino) de cada autor.

Hay caleta de versatilidad para hablarnos sobre nosotros. Sobre el terror social, sobre las bondades y oscuridades de lo que significa atisbar el futuro. Sobre hacia dónde vamos y como se vislumbra un mañana de distancias variadas pero igual de intrigantes.

La estructura de la compilación tiende a mostrar varios escritos de cada autor en desmedro de presentar mayor variedad de escritores. Aun así la versatilidad de cada escritor en cuanto a relato es bastante alta.

Por ejemplo : ‘El año de la rata’ de Chen Qifan parece un relato de terror bélico. Parecido a la sensación de cosas como el Vietnam de ‘Deerhunter’ o el capítulo ‘Men Against Fire’ de Black Mirror. En cambio en ‘El pez de Lijiang’ me parece es donde aborda una faceta más existencialista al situar a sus personajes en un entorno artificial que en todo momento trata de simular ser real, pero con una falta de autenticidad tal, que contamina incluso las relaciones que se pudiesen construir. Un mundo sin elecciones ni opciones, un mundo tan prefabricado como vaciado de significado

Los relatos de Xia Fia por otro lado entrecruzan una herencia espiritual con toques de tecnología. Como en ‘Cientos de fantasmas desfilan esta noche’ donde espíritus conviven con robots en una simbiosis decadente y solitaria. Parques de atracciones sin visitas ni futuro. ‘La tumba de las luciérnagas’ de Cheng Jingbo comparte esa misma mezcla entre fantasía y ciencia atropellada pero funcional.

‘El Verano de Tongtong’ toca otras fibras, siendo mucho más enternecedora. Le encuentro un paralelismo con el cuento final de Liu Cixin: ‘Cuidando de Dios’ que va por ese lado de la orfandad de los abuelos. De esa especie de páramo en el que quedan tras ‘jubilar’ aunque sin renunciar a su propia importancia. La terquedad de no dejarse aplastar nunca porque básicamente,la dignidad sigue siendo el último recurso al que uno se puede aferrar. 

‘La ciudad del silencio’ de Ma Boyong y ‘Entre los pliegues de Pekín’ de Hao Jingfan van más por el lado de los constructos sociales. Siendo el primero influenciado literalmente por 1984 y el segundo sobre la compartimentación que se realiza entre las clases sociales. 

Tal vez la ejemplificación tiene muchas costuras, más no por ello, deja de ser dolorosa.

‘Chica de compañía’ de Tang Fei es una propuesta extrañamente similar a May Kasahara de Crónica del pájaro que da cuerda al mundo.

Es sin embargo Liu Cixin probablemente quien me dejó más intrigado con sus cuentos. El Circulo y Cuidando de Dios tienen una forma menos pesimistas que las anteriores. Vislumbran de alguna manera que pese al continuo ensayo y error en que se va construyendo un colectivo (pese a que la sensación que prima es la 2da) el toque de optimismo -y ese aparente gancho- que busca gatillar la búsqueda por sobre la conformidad, es sencillamente maravillosa.

Me quedo al final con lo que dice Xia Jia:

“La ciencia ficción es una literatura siempre en proceso de ‘llegar a ser’, una literatura nacida en la frontera (el límite entre lo conocido y lo desconocido, el sueño y la realidad, el yo y el otro, el presente y el futuro, Oriente y Occidente) que se renueva en la medida que la frontera se mueve y migra.”