La extinción de los coleópteros - Diego Vargas Gaete




Han cachado cuando algo tiene muchas características que te gustan pero de alguna manera en el total, como un todo, no te seduce el resultado. Algo así me pasó acá.

En general me agrada la estructura de párrafos cortos que van armando una historia desde diferentes frentes hasta conseguir armar un mapa total. Me agrada también las ideas más descabelladas como lo es lo de la lavadora, el viaje en el tiempo, el futuro, la extinción de los bichos, o lo truculenta que es la historia de ese sótano bajo el colegio alemán donde se tortura con las consiguientes secuelas que se sedimentan en la psiquis del guardián de ese secreto. Me agrada todo ese costado que roza el thriller y el scifi. Así como el humor de la historia del abogado y su correspondencia.

No obstante, no hay nada en este libro que crea no pueda olvidar con el tiempo. Ni su estructura, ni sus temas.

*Al menos aprendí el nombre científico de los matabuey, que era un bicho que buscábamos cuando chicos en el campo (Acanthinodera cummingi).

Jeidi - Isabel M.Bustos




Me gustó harto. Tal vez por ratitos pareciese que se está adentrando demasiado por el lado inocentón meloso chistoso, no obstante es entonces cuando hábilmente deciden retomar las vertientes más feas de lo que significa vivir en el campo: ser casi analfabeto y estar enterrado en la más terrible de las pobrezas.

Pareciese que ensalza lo bucólico más en ningún momento deja de sacar esos trapos sucios que de alguna manera igual lo definen.

El trago, la religión, la superstición y la ignorancia son la constante. Pero hay sueños también, sueños chiquitos pero importantes. Como el espíritu de esas películas de niños chicos en los ochentas, pero en un pueblo aleatorio cerca de Talca. Sin gringos ( o casi). Y con mujeres.

Los personajes si bien parecen caricaturas, no dejan de ser menos entrañables por ello. Además que Isabel M. Bustos los esboza súper rápido y de una forma bien bonita.

Marqué caleta de pasajes:

“Además de los funerales, la misa del domingo es la única ocasión en que se reúne todo el pueblo. Todos menos el bombero, que es masón. Aunque no tiene idea de lo que es eso, saben que no cree en Dios y que el fuego es cosa del diablo, así que nadie lo llamaría si se incendia algo; mejor arder aquí que allá abajo en el infierno”

“Se sienta tímidamente al lado de Güindsurf que tiene cinco años y es su preferido porque siempre le pregunta cosas de ella y eso no pasa muy seguido. Además le gusta su nombre. La señora Gladys dice que lo sacó de unos lolos curicanos que iban al lago Vichuquén y se quedaron en pana frente a su casa. Llevaban esas tablas raras”

“Le da como un mareo cósmico hacerse cargo de una situación tan peliaguda, pero sabe que su amiga es una santa y la necesita a ella, porque la pobrecita es, además de guacha, huérfana y no muy pilla”

“Es divertida la vejez cuando está lejos”

“Jeidi se hincha de emoción. Si el abuelo le cree, al diablo con el resto. Por su puesto que se arrepiente altiro de pensar en el Cola de Flecha y se hace tres pequeñas cruces sobre el corazón con el pulgar mientras repite tres veces ‘vade retro’; así le enseño que se hacía la Vicky después de ver El Exorcista”

“Le traen cartas, globos, dulces, ropa de guagua, peluches. Vicky los acumula en una carretilla, sin entender por qué a alguien podrían gustarle los peluches. De partida, no se comen”

“Al verle la cara, lo primero que piensa es que ojalá su hijo salga con esos ojos como el río Claro y de pestañas negras y tupidas. Lo que es ella, tiene pestañas de chancho”

“Sabía que sería rubio como el choclo”

“Los entierros de dinero son los tesoros con que sueñan los niños por esos lados donde no hay bancos…Cavaban tardes enteras esperanzados, gastando mentalmente el dinero. Por supuesto, sabían que si llegaban a encontrar uno no podían usarlo hasta pasado un año. Si no, uno se muere, como ese ignorante de la ciudad que desenterró una olla de fierro llena de monedas, se compró un auto altiro y chocó contra un árbol la misma noche”

Pobres Diablos - Cristian Geisse



Siempre recuerdo cuando mi papá, hombre de campo, contaba historias inventadas sobre el diablo. Sobre que a fulano, probablemente con harto vino encima, se le apareció el diablo en tal lado o a este otro que terminó curado en su camioneta debajo de una cascada también lo vio. Que cuando los perros lloran es porque anda el cachudo por ahí, etc.

El diablo es un tema recurrente en el imaginario colectivo y adopta formas muy variadas, desde el ente que te puede conseguir placeres varios a cambio de algo, hasta el que de alguna manera solo representa la maldad. Ya sea en forma de hombre de negro, de chivo o derechamente de las alucinaciones del vino: el diablo tiene mil formas y este libro mediante dieciocho cuentos parece tratar de abarcar harto con un resultado peculiar por momentos, escatológico en otros, pero sumamente orgánico en su mayoría.

Dividido en tres partes, de seis cuentos cada una. La presencia del 666 es el recordatorio constante de sobre que estamos hablando.

Hay cuentos que me gustaron harto, ‘¿Has visto un dios morir?’ por ejemplo trae consigo el tema del ñache y las alucinaciones, además está hermanado con otro excelente cuento como lo es ‘El Gallo Negro’ que tiene una estructura de circularidad temporal que me gusta harto, de hecho se parece caleta a un truco que usaron los Coen en ‘Inside Llewyn Davis’.

‘La Negra’ es lo más cercano a The Witch que he leído, solo que no hay brujas ni familias protestantes exiliadas, más si cabras diabólicas y muchos viejos curados. Porque no hay nada que cause más terror que un grupo de personas solas y borrachas en medio de la nada del campo. De esos puebluchos que son más vacío que pueblo, donde el viento es la única banda sonora posible.

‘Calixto Gómez’ que nos dice que el diablo también está ahí, en la pobreza violenta de las poblaciones. Así como ‘El Cachúo’, ‘El Duende’ y ‘La Culebra’ parecen algo repetitivos pero refuerzan la idea que el diablo también está en cuestiones como ese alcoholismo mitificado. Por último ‘Fue como un padre para mí’ y ‘Seguir aquí’ donde el autor da rienda suelta al lector para que sienta repugnancia por los sucesos de ambos cuentos.

Me gustó bastante. Eso si, podrían haber sido menos cuentos a costa de sacrificar el seis seis seis.

“Me buscaron para que trajera a mi abuelo y viéramos al dios morir. Hasta plata me ofrecieron. Y es que hay algunos trastornados a los que les gusta tener malos sueños, son como esos giles que duermen con los brazos cruzados sobre el pecho para tener pesadillas.”

“Ese hueón es poeta. Los poetas son así: feos por fuera o feos por dentro. A veces las dos al mismo tiempo.”

“No, no había forma de perdonarse. Sentía las lágrimas acumularse atrás de sus ojos. Esas lagrimas nunca saldrían de ahí.”

“El Cachúo es para algunos el enemigo número uno del curao: después de muchos días tomando te agarra y te sacude, con pesadillas, paranoia, sentimientos mortales, pánico, sueños premonitorios de la muerte de los que más amas. La deformidad. La hediondez. La enfermedad. Le dicen el Cachúo, porque en casos extremos uno ve, ve al ser maligno que trae la cuenta y hace pagar las cuotas de la deuda y el exceso. Y le dicen así porque se supone que es el demonio.”

“¿Eres acaso nuestro señor Jesucristo?- preguntó.
-El hombre lo miró con la boca abierta y los ojos vidriosos, extraviados.
-¿Quién pregunta?- dijo con voz aguardentosa.
-Soy el hijo de Eugenio Chacana.
-¿Y quién es ese hueón?-respondió mientras se llevaba la botella a la boca y tomaba un trago de pisco.
-Es el hombre más bueno del mundo.
-¿Y qué me importa a mí? ”