Jeidi - Isabel M.Bustos




Me gustó harto. Tal vez por ratitos pareciese que se está adentrando demasiado por el lado inocentón meloso chistoso, no obstante es entonces cuando hábilmente deciden retomar las vertientes más feas de lo que significa vivir en el campo: ser casi analfabeto y estar enterrado en la más terrible de las pobrezas.

Pareciese que ensalza lo bucólico más en ningún momento deja de sacar esos trapos sucios que de alguna manera igual lo definen.

El trago, la religión, la superstición y la ignorancia son la constante. Pero hay sueños también, sueños chiquitos pero importantes. Como el espíritu de esas películas de niños chicos en los ochentas, pero en un pueblo aleatorio cerca de Talca. Sin gringos ( o casi). Y con mujeres.

Los personajes si bien parecen caricaturas, no dejan de ser menos entrañables por ello. Además que Isabel M. Bustos los esboza súper rápido y de una forma bien bonita.

Marqué caleta de pasajes:

“Además de los funerales, la misa del domingo es la única ocasión en que se reúne todo el pueblo. Todos menos el bombero, que es masón. Aunque no tiene idea de lo que es eso, saben que no cree en Dios y que el fuego es cosa del diablo, así que nadie lo llamaría si se incendia algo; mejor arder aquí que allá abajo en el infierno”

“Se sienta tímidamente al lado de Güindsurf que tiene cinco años y es su preferido porque siempre le pregunta cosas de ella y eso no pasa muy seguido. Además le gusta su nombre. La señora Gladys dice que lo sacó de unos lolos curicanos que iban al lago Vichuquén y se quedaron en pana frente a su casa. Llevaban esas tablas raras”

“Le da como un mareo cósmico hacerse cargo de una situación tan peliaguda, pero sabe que su amiga es una santa y la necesita a ella, porque la pobrecita es, además de guacha, huérfana y no muy pilla”

“Es divertida la vejez cuando está lejos”

“Jeidi se hincha de emoción. Si el abuelo le cree, al diablo con el resto. Por su puesto que se arrepiente altiro de pensar en el Cola de Flecha y se hace tres pequeñas cruces sobre el corazón con el pulgar mientras repite tres veces ‘vade retro’; así le enseño que se hacía la Vicky después de ver El Exorcista”

“Le traen cartas, globos, dulces, ropa de guagua, peluches. Vicky los acumula en una carretilla, sin entender por qué a alguien podrían gustarle los peluches. De partida, no se comen”

“Al verle la cara, lo primero que piensa es que ojalá su hijo salga con esos ojos como el río Claro y de pestañas negras y tupidas. Lo que es ella, tiene pestañas de chancho”

“Sabía que sería rubio como el choclo”

“Los entierros de dinero son los tesoros con que sueñan los niños por esos lados donde no hay bancos…Cavaban tardes enteras esperanzados, gastando mentalmente el dinero. Por supuesto, sabían que si llegaban a encontrar uno no podían usarlo hasta pasado un año. Si no, uno se muere, como ese ignorante de la ciudad que desenterró una olla de fierro llena de monedas, se compró un auto altiro y chocó contra un árbol la misma noche”

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