El viento que arrasa - Selva Almada
Me encantó el libro. De alguna manera consigue plasmar esa imagen de pampa olvidada, de lugares donde el diablo perdió el poncho de una forma sumamente desoladora pero enternecedora a la vez. Parecido a lo que hace Federico Falco (más o menos en Flores nuevas y súper bien en La actividad forestal) pero mucho mejor que él.
Una parada obligada que cruza a cuatro personajes con sus pesos e historias de vidas que los han llevado -sin mucha voluntad de por medio- a recorrer caminos dispares pero que tienen como lugar común el sobreponerse- ya sea a los años dorados que ya partieron- o bien a la incertidumbre de un futuro que no se ve para nada estimulante en el caso de los niños.
Jesús y el descampado. No hay más para salvar tu alma. Y es que esa ensoñación que también tiene cabida en la dureza más estricta es lo que parece quiere contar Selva Almada. Secretos familiares para cortar las tormentas o la primera vez que se ve un muerto, son cosas que pasan, se asumen como tal y se olvidan.
La música también encuentra su sentido al sembrarse en tierras vírgenes como los oídos de Tapioca. El trecho donde escucha música en el walkman por primera vez es sumamente bonito:
"La música, al principio, lo sobresaltó: nunca la había escuchado tan cerca, parecía que sonara adentro de los sesos. Ella cerró los ojos y él hizo lo mismo. Enseguida se acostumbró a la melodía,
ya no parecía algo que viniese de afuera. Esa como si la música brotase mismo de las entrañas."
"Ahora que se ponía a pensar, a él le gustaban más los otros, los tristones, que hablaban de aparecidos y amores trágicos. Esa música si que era bonita, hacía que el corazón se le arrugara a uno. No daban ganas de bailarla si no de quedarse quieto mirando hacia la ruta."
Del calor a la tormenta más poderosa. La naturaleza y este paisaje no tiene misericordia para con los pusilánimes.
Estos son mis pasajes favoritos (marqué caleta):
"Cerró los ojos y le pidió a Jesús que, si existía, lanzara sobre ella un rayo fulminante. Esperando se quedó dormida."
"Brauer se sintió viejo o un niño de nuevo, que es parecido, aunque ser viejo no traiga ninguna ilusión, ninguna posibilidad."
"Siempre era así por acá. Primero el castigo de la sequía, después el castigo de la lluvia. Como si esta tierra no dejara de mandarse macanas y debiera ser castigada todo el tiempo. Nunca le aflojaba la cincha."
"¿Qué es la muerte si no la misma cosa, vacía y oscura, sin importar cuál sea el brazo que la ejecuta?"
"La naturaleza, pensaba el Gringo, tiene el secreto que mata todos los secretos que puedan conocer los hombres"
"Vino la policía y se llevó el cuerpo. Nadie hizo preguntas. Mi madre limpió la mesa de los gringos y los sesos que habían salpicado en el piso. Mi padre dijo: La casa invita una vuelta a ver si les vuelve el alma al cuerpo. En cinco minutos todo se había olvidado y la noche siguió adelante como debía ser."
"Si no fuese porque tal vez trajera agua y hacía falta, el Gringo la hubiera cortado como le había enseñado su madre, porque pintaba fea la cosa. Ella le había transmitido el secreto antes de morir. A campo abierto y apuntando al frente de la tormenta, se clava el hacha formando una cruz tres veces, en el último golpe se deja también el hacha metida en la tierra. Parecerá mentira para quien nunca lo vio, pero el cielo se abre, la furiosa tormenta se transforma en un viento revoltoso, pasajero. La tormenta se aleja, con la cola entre las patas, hacia un sitio donde nadie conozca el secreto."
"-¿Todo eso es de veras?- preguntó Tapioca, maravillado por el relato.
-Claro que no. Es metaforico- Dijo Leni, burlona.
-Elena- amonestó el Reverendo-. El Reino de los cielos es el lugar más hermoso que puedas imaginarte muchacho."
Y por último como interpretaba el mundo -por sus olores- el perrito Bayo.
"Ese olor era muchos olores a la vez. Olores que venían desde lejos, que había que separar, clasificar y volver a juntar para develar qué era ese olor hecho mezclas. Estaba el olor de la profundidad del monte. No del corazón del monte, si no de mucho más adentro, de las entrañas, podría decirse. El olor de la humedad del suelo debajo de los excrementos de los animales, del microcosmos que palpita debajo de las bostas: semillitas, insectos diminutos y los escorpiones azules, dueños y señores de ese pedacito de suelo umbrío."
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
se acepta llevar la contra a continuacion