Radiohead - A Moon Shaped Pool (2016)



Radiohead es como un gigante dormido. Uno que puede pasar inadvertido por años, pero que sigue ahí y tiene un catálogo inmenso al que recurrir y el cual le dota de la ventaja de no tener que generar tanto revuelo para mantenerse en el inconsciente colectivo.

Es sin embargo esto lo que genera una avalancha de expectación al mínimo movimiento que haga, como desaparecer de Facebook por instantes, o luego ir soltando fragmentos de videos por sus reactivadas redes sociales. Se convierte finalmente en eso: una advertencia que algo se está agitando.

Parecen meros movimientos estratégicos, pero es tal la magnitud del nombre que termina generando lo obvio: especulaciones, expectación, opiniones desmedidas etc. Teniendo al final la respuesta más elemental posible; pequeños retazos sobre un nuevo lanzamiento que no necesitaba de esta maquinaria de especulación para legitimarse. Porque siendo justos, el juego parte desde el grupo, apostando por la ansiedad, no obstante, quienes deciden entrar y dejarse llevar por las pistas son –al final- los propios escuchas.

Muchas veces esta “era sobre-conectada” termina pasando la cuenta como en este caso. El no tener tiempo para esperar, el requerir saber de inmediato que está pasando, descoloca. Y la maquinaria especulativa del grupo manejó esto y lo usó en maniobras no sé si cuestionables, pero sí interesantes de observar.

Y es que al final, como último rito de este juego de adivinanzas sólo queda el único resultado posible (y que importa): nuevas canciones. ¿Para eso era todo lo demás, no? Y en ese sentido, y afortunadamente, es un resultado bastante emocionante.

Radiohead parece olvidarse por un momento de los monstruos de los bosques de “The King Of Limbs” (2011) y deciden estirar sus ramitas en otra dirección. Y es que la carga sonora puede ser descodificada por varios lados. Más allá que el primer single, ‘Burn The Witch’, sea sumamente insinuante en su título, las influencias parecen venir directamente desde las vivencias acumuladas en dos de los integrantes fuertes del grupo: Thom Yorke, quien viene de un quiebre matrimonial de 23 años, y el productor Nigel Godrich, cuyo padre falleció. Ambas experiencias parecen permear en el álbum de forma sutil sin llegar a transformarlo en un “Blood On the Tracks” (1975) o un “Carrie & Lowell” (2015). Solo lo justo. Pistas líricas dispersadas entre tema y tema: “Dreamers/ They never learn/ Beyond the point of no return” canta un melancólico Yorke en ‘Daydreaming’, una pieza de seis minutos que además posee un video dirigido por el director Paul Thomas Anderson.

Jonny Greenwood se luce en trechos orquestales preciosos como ‘The Numbers’‘Tinker Tailor Soldier..’ y ‘Burn The Witch’. Esta connotación sónica se mimetiza con cierto grado de espiritualidad que se puede percibir en ‘Desert Island Disk’‘Decks Dark’ o ‘Present Tense’. Canciones aparentemente que cruzan de lo minimalista a lo orquestal buscando expresar más de lo que las primeras lecturas sugieren.

El disco, no obstante, carga con otro punto significativo: canciones que aparecen en este elepé pero que habían sido estrenadas hace tiempo en vivo , digamos desde el 2008 más menos, como ‘True Love Waits’ que registraba una versión en vivo en el EP " I Might Be Wrong: Live Recordings" de 2001. ¿Es esta versión mejor? Quizás la original tenía mucho más de orgánico producto de lo que la misma ejecución en vivo le sumaba, además de ser una pieza de tal antigüedad le hace cargar con una importante cuota de nostalgia, lo que podría haber sido subsanado incluyendo ‘Spectre’ en desmedro de esta. Probablemente un cierre más lógico.

‘Ful Stop’ e ‘Identikit’ logran escapar de esto, ya sea, porque su data no es tan antigua como la anterior, o bien porque la clave es distinta. Difícil superar la rítmica de la primera, que rememora inmediatamente al trabajo de Phil Selway y Colin Greenwod en “In Rainbows” (2007). O la segunda que se vierte sin ningún tapujo en guitarras mucho más agresivas y menos contenidas. Marcando ambas dos de los puntos más álgidos del álbum.

Ya para cerrar, hay un nuevo disco de Radiohead en las calles, o en la web, para ser más precisos, y aparentemente conseguirá consenso respecto a su calidad. Pero más allá de esto, siempre es bueno cuestionarse sobre la dirección que está tomando el grupo en la búsqueda de sitios no explorados con anterioridad. Y esa decisión se agradece. Ya sea con viejas canciones refaccionadas o quemando brujas, la música sigue fluyendo y -a pesar de todos estos años- sorprendiendo

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