Vampire Weekend - Modern Vampires Of the City (2013)



Nadie está libre de la muerte ni del paso tiempo. Absolutamente nadie. Eso precisamente es lo que nos dice a gritos el tercer disco de Vampire Weekend. Ni las ciudades, ni las personas, ni nada puede evadir con éxito su fecha de expiración. Algo cambia en quien toma conocimiento sobre su propia caducidad. Y sobre ello y su aceptación es sobre lo que se erige el eje central de esta propuesta. “Modern Vampires Of The City” tiene absoluta conciencia sobre lo que la vejez trae consigo.

Las agudezas líricas, así como los ritmos tribales o cuerdas barrocas para disfrazar la propuesta punk no son novedad en la oferta de la banda neoyorkina. No obstante, en esta aventura conceden un armado tan contundente a su disco, que por concepto y por canciones, es sin dudarlo su mejor entrega a la fecha.

La clave de este triunfo reside en componentes tales como la idea fuerza del álbum, que está presente constantemente sin que ésta sea groseramente evidente, ni tampoco interfiera con la música, que es mucha veces lo que atraganta el ímpetu de un disco. Pongámoslo así: a diferencia de Arcade Fire, el “plan conceptual” del álbum reside en sutilezas en vez de interpelaciones directas. Y ni siquiera hay una historia detrás, es sólo la búsqueda de impactar con la sensación de que se es joven, pero esto no durará para siempre, aun cuando intentemos retrasarlo exteriormente (‘Diane Young’). La juventud, así como la belleza eterna, son sólo privilegios del arte. Ezra Koenig lo entiende y plasma perfectamente en el tercer LP de su banda.

Y será el vocalista quien nuevamente vaya a la vanguardia de la banda, ya sea disparando con su pluma, como en ‘Unbelievers’ (donde se regodea en una lúdica e irónica letra sobre religión: “We know the fire awaits unbelievers, all of the sinners the same. Girl you and I will die unbelievers bound to the tracks of the train”) o bien asimilando melodías propias de la iglesia en ‘Don’t Lie’. El tipo sabe con certeza que dirección debe tomar el disco, y con obsesión lo riega de detalles.

El ánimo generalizado de las canciones se inclina por compases reposados en desmedro de lo turbulento que alguna vez pudo ser 'A-Punk', por eso es que tenemos muchos temas en una vibración meditabunda y pesimista como ‘Steps’, ‘Obvious Bicycle’ o ‘Hudson’. Pero es ahí donde reside el tono del álbum. Al fin y al cabo, sin sonar espeso, ¿cómo se puede hablar de muerte y decadencia?

Lo anterior no quita que de todas formas encontremos tracks con aceleración, amortiguando un poco el efecto denso. Como es el caso del barroco single ‘Diane Young’ que con sobrecargada turbulencia nos adelantaba engañosamente lo que venía. O ‘Finger Back’ y ‘Workship You’, sitios donde el pulso aumenta y nos deja por unos instantes pensar menos y saborear más.

“Modern Vampires Of The City” aparece como el plan perfecto de Ezra Koenig. Cada ángulo fue minuciosamente compuesto para que orquestara el gran disco que es. Uno que parece, en intensidad, temerle tanto a su futuro, como amar su presente y que se convirtió en un obligado de año pasado.

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