“El mundo está en llamas, jovencito.
Como escritores es apropiado que hagamos lo que podamos para advertir a la
gente. Pero al decir la verdad al mundo, no te mientas a ti mismo. Escribe lo
que quieras. Di la verdad. Simplemente no imagines que estás cambiando algo.
Como dije, la gente solo quiere pasar un buen rato.
-Entonces, ¿cuál es el punto de todo
esto? ¿Para qué escribir entonces?
Hijo, en la vida tu no peleas las
batallas porque esperes ganar. Las peleas simplemente porque necesitan ser
luchadas.”
Lo que hace Mark
Russell en los cómics que editó DC de Hanna Barbera es
algo mucho más que interesante. Toma carácteres de los cartoons de los 60’s y
los sitúa en contextos donde temas como el suicidio, el sentido del arte, el
remordimiento y tantos otros son los que ocupan la palestra. Nada más lejano a
lo que transmite el espíritu naif de los originales.
Una mezcla entre esa pesadumbre
espiritual que es Bojack Horseman situada en la época
de las listas negras de McCarthy en USA (como en Trumbo la película de 2015
protagonizada por un tremendo Bryan Cranston). Un menjunje que no tendría por
qué resultar, con un protagonista que es de los menos conocidos de la marca (no
digamos que el León Melquiades sea alguien demasiado popular
en comparación con otros nombres del estudio de animación, incluso algunos
recientemente escritos por el mismo Russell como lo son Los Picapiedras), no
obstante, lo hace y siendo peligrosamente ambiciosa consigue su cometido.
¿Cuál es el sentido del arte? ¿Ser un espejo de la sociedad? ¿Ser servil o contestario con la
corriente predominante? ¿Se puede ser feliz yendo en contra todo el tiempo o te
termina quebrando? Por el contrario: ¿llevar
una máscara te asegura algo? Por ahí van muchas de las interrogantes de este
cómic, que a ratos abruma por su pesimismo, no obstante, no deja de ofrecer
muchas perlas entre viñeta y viñeta.
Que Snagglepuss es la versión rosada
y felina de Tennessee Williams no cabe duda. Que aparezcan
varios personajes del cine de los 60’s tampoco sorprende. Desde Marilyn
Monroe a Marlon Brando, o Clint Eastwood, estas crónicas de este león
dramaturgo y gay que escapó del sur de Estados Unidos en la búsqueda de sus
sueños a la ciudad con la mejor publicidad del mundo hace uso del espacio que
la contiene para contar su historia, no obstante, lejos de romantizar cualquier
faceta lo suyo es usar el envoltorio de los personajes para desde ellos sembrar
emociones.
Personajes obligados a llevar dobles
vidas porque una nación que predica sobre la libertad los fuerza a esconderse,
eso mientras en nombre de la seguridad y el miedo intentan doblegar al mundo
del espectáculo a su voluntad con tal de lograr una victoria espiritual sobre
un enemigo que si bien no es imaginario, si lo son quienes sufren las
acusaciones. Castigos reales para gente inocente en nombre de una justicia que
bebe solamente de la fuente del terror.
El temor a la bomba nuclear permeando
en el inconsciente colectivo mientras la vergüenza y descrédito
público lucen como una emoción a ser abordada también, con tal vez,
las consecuencias más trágicas que he leído en harto tiempo. Y es que el
escarnio público como privado es un terror que no conoce de caducidad.
El cinismo tampoco viene en dosis
pequeñas, Russell no escatima en recordarnos la línea cronológica donde nos
ubica. La revolución cubana, la guerra fría hacen sentir su peso en la
historia, y de paso cuelan unas cuantas viñetas para ejemplificar el espíritu
de los tiempos.
“Solo sé que una nación debe vencer
sus miedos… o convertirse en ellos”
Porque cuando dos gigantes pelean,
lejos de figuras maniqueas, son quienes dan forma a estas entelequias quienes
sufren las consecuencias.
Porque si pudiese resumir en una sola
frase este cómic diría que es uno donde todos quienes lo protagonizan saben
el valor de las cosas y aun cuando caminan al filo de una navaja en búsqueda de
permanecer firmes en lo que creen (o en lo que esconden) siempre son
conscientes que hay que pagar, por muy injusto que sea el precio. Y Russell muy
diestro, los hace pagar con todo lo que tienen.
¿Y qué es un dios sino lo más alejado de tu vida que puedas imaginar?
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