Alex Anwandter
Tres de la tarde, el sol y calor
que estuvieron ausentes el día anterior aparece con fuerza mientras el Ex
Teleradio Donoso saca a relucir toda la experiencia en una performance que se ha
vuelto una obligada de los proscenios locales, y que no tiene nada que envidiar
a bandas extranjeras que se presentaron en los otros escenarios principales.
De hecho esa fue una de las
frases que se encargó de reproducir Anwandter en su presentación: dejar de lado
el resquemor a los artistas chilenos durante el resto del año y no solo
apoyarlos en estas instancias. Sin caer en chovinismos baratos y a la vez
revindicando una dignidad que se ve menoscabada por una percepción algo errada
de una escena que ha crecido una enormidad.
En cuanto a lo musical el setlist
que empleó se constituyó mayoritariamente por temas de ‘Amiga (2016)’ , ‘Odisea
(2010)’ y los infaltables hits de ‘Bailar y Llorar (2008)’ de Teleradio Donoso.
Como frontman Anwandter es una
presencia magnética y que más allá de poseer un respaldo con canciones de
eficacia probada es el desplante y el show cinético del mismo el que le da una
vuelta a lo que quiere plantear, sumando mucho a su propuesta que cruza lo
artístico para plantearse de lleno en un plano completísimo.
El apartado técnico de las
canciones tampoco es irrelevante, sumando bronces en ‘Éramos todos felices’ o
la ejecución que invita continuamente a la fiesta de ‘¿Cómo puedes vivir
contigo mismo?’ son hitos ineludibles y que obviamente invitan a bailar, a
seguir con las palmas, incluso sobreponiéndose a un calor que no ayuda en nada.
Con todo ello y un poco parafraseándolo; ojalá lo volvamos a ver antes de seis
años más, porque el espectáculo que brinda lo vale. Y tal vez su ubicación en
esta pasada debió estar mucho más arriba.
Bomba Estéreo
Lo de la banda colombiana es una
mezcla de factores demasiado estimulante, entrelazando ese pulso continuo de lo
latino con una sensación de electromagnetismo que les funcionó a cabalidad durante
su hora asignada, y que insufla de ritmo esa argamasa sonora que cruza lo más sudamericano
con lo futurista y maquinal.
‘Soló Tú’, ’Caderas’ y ‘Caribbean
Power’ fueron la tríada con que abrieron y que daban pie para que la vocalista
Li Saumet sacará a relucir su carisma frente al público, y si bien a veces se
notaba el sobre uso de ciertas frases manoseadas hasta el cansancio por
distintas bandas para poder conectar con el público (un recurso innecesario en
su caso pues, esa labor ya la había conseguido con su interpretación) en líneas
generales se sentía muy conectada con lo que estaba tocando, como al mismo
tiempo para interpelar a una audiencia que estaba dispuesta a menearse.
La entrada de bailarinas y niñas
en ‘Soy Yo’ acentuó esta tendencia y encontró otro punto alto en la bonita
‘Somos Dos’. La labor de Julián Salazar es otro de los activos del grupo que no
se debiese obviar, consiguiendo redimensionar la música del grupo. Tocando de
forma muy intuitiva y limpia (sobretodo en ‘Pájaros’).
De todas formas, y como no podía
ser de otra forma, el cierre a cargo de ‘Fuego’, tema central de una reciente
telenovela nacional, y agregando –además-un dragón en el escenario fue la forma
más idónea de retirarse mientras las sirenas y la candencia se iban esparciendo
por todas las personas que entre los árboles y el pasto circundantes decidieron
formar parte de una fiesta que evidentemente no se escuda tras lo bailable para
estancarse, si no que propone continuamente y cruza varios limites en cuanto a
estética se refiere .
Two Door Cinema Club
La relación de la banda con este
festival no es de carácter reciente y de hecho, en la versión del 2013 tuvimos
la oportunidad de verlos en el mismo escenario con un horario de mucho menor
importancia, más desprendiendo una energía desbordante y sonando como una gran sorpresa dentro de lo
que fue un cartel poderosísimo (para los entusiastas esa actuación aún se puede
encontrar en youtube).
Ha pasado mucho tiempo desde
entonces, y varias cosas han cambiado. No solo el largo del pelo del vocalista
Alex Trimble y un receso post gira de su disco Beacon (2012) es lo que
acarreaban para este nuevo encuentro. Pues si bien la resonancia de su regreso
con ‘Gameshow (2016)’ fue -siendo generoso- discreta y su creación a distancia (debido
a los tratamientos que estaban recibiendo algunos de los miembros del grupo) no
marcaban un buen precedente.
En esta pasada se las arreglaron
para dar un show justo, sin grandes aspavientos y con uno que otro momento
brillante, que amparándose en canciones previas consiguió sobrellevar una tarde-noche
que es la instancia más agradable para oír música.
Y es que eso de poder sostenerse
sobre un repertorio solido es lo que hace que la valoración de un show como
éste resulte dificultoso. Los momentos altos residen en su mayoría en canciones
de ‘Tourist History (2010)’ un disco que ya posee siete años a cuestas y que
con tracks como ‘I can talk’, What you know’, ‘Undercover Martyn’ o ‘Something
good can work’ tocan la fibra del público de forma directa, creando situaciones
que para un festival son idóneas.
No obstante esos mismos picos de
brillantez, se diluyen en la interpretación de canciones más recientes. Creando
unos valles anímicos que opacan el total. Confundiendo con voladeros de luces,
que por disfrutables que sean, no consiguen ocultar un enorme bajón subyacente
tras una buena fachada.
Borgore
Lollapalooza alberga muchos
microcosmos durante su extensión. Algunos como Kidzapalooza están destinados a
la inclusión, otros como el teatro La Cúpula se destina mayoritariamente a los
recitales nacionales. Sin embargo el que tal vez acapara mayor atención e
importancia es todo ese universo paralelo que se lleva a cabo en el Movistar
Arena y que tiene como principal característica su orientación a la música
electrónica.
Con un público que incluye muchas
cabelleras rubias y bastantes menores de edad, es una asistencia que no tiene
muchos problemas a la hora de formar parte de una atmosfera sudorosa, luces
estrambóticas y desenfreno. Que son por lejos la mezcla prevaleciente en el
reducto.
En particular el caso del DJ
israelí es una propuesta sumamente sucia y que sonoramente se inclina hacia lo
más tosco, presentando imágenes provocativas y de –derechamente- muchos potos, no busca engañar con falsos intereses intelectuales y la
audiencia no es que pida una vuelta de tuerca más sofisticada tampoco. De hecho
es cosa de mirar en cualquier parte del recinto y encontraremos a jóvenes bailando
cual Ian Curtis con movimientos cortos y geométricos. Y es que no hay más.
Y es en ese bucle que este tipo
de música parece rondar eternamente, entre la complacencia de sus escuchas,
como en una propuesta insípida cuanto menos.
Lucybell
El caso de Lucybell es una de
esas situaciones que lamentablemente son tristes de escribir.
Teniendo músicos de nivel más que
descollante como José Miguel Foncea en batería, parece estar en un limbo discograficamente
hablando desde la edición de su disco ‘Lumina (2004)’ y –tal vez- ‘Comiendo
Fuego (2006)’. Y el apartado ‘en vivo’ no es mucho más alentador, ya que el
estado actual de sus temas está
produciendo versiones que si bien buscan sonar sofisticadas, en ese tránsito es
donde pierden demasiada sangre y parecen más un remedo del legado que tiene una
banda del trayecto de Lucybell.
Es impensable que escuchar una
canción del calibre de ‘Luces No Bélicas’ no produzca más que aburrimiento, y
es lo que sucedió el sábado pasado, a su vez que la ausencia de bronces la
empobrece en demasía. Sumemos además ese pecado técnico que fue como sonó el
bajo en toda la presentación, saturando muchas canciones y de paso estorbando a
los demás instrumentos.
‘Sembrando en el mar’, ‘Caballos de histeria’, ’Tu sangre’,
‘Solo crees por primera vez’, ’Sálvame la vida’, ’Cuando respiro en tu boca’, ’Carnaval’,
‘Viajar’. Todos temas de una dimensión gigante y sonaron de la forma más
insípida posible.
Tal vez llega un punto de quiebre cuando los propios músicos
se saturan de su propio legado y el ajuste de la maquinaria sonora empieza a
chirriar, no obstante, lo que mostró la banda el sábado pasado más que
desajuste, se asemeja a una desidia enquistada en el núcleo de una banda. Lo
que es triste siendo lo que fueron.
Duran Duran
El recorrido es algo que no se puede disimular, y aunque
parezca que tenga una connotación negativa, en el caso de Duran Duran solo
sirve para tirar flores a una de las performances más sólidas del festival, si
no, la más pulcra por lejos.
¿Cómo sonar actual sin caer en la caricatura de si mismos?
Parece haber sido el leitmotiv bajo el cual se armó y ejecutó la actuación de
Simon Le Bon y compañía el domingo en la tarde, lo que ahora en retrospectiva,
nos suena de una lógica incontestable.
El volumen es una de esas variables que son dificultosas de
manejar, tanto por si se pierde fuerza, como cuando por el contrario se sale de
control y termina socavando el protagonismo de cada pieza. Duran Duran
equilibró estos puntos, con un fuerte volumen pero al mismo tiempo dándole la
justa medida de lucimiento a cada segmento de su orquestación, que dicho sea de
paso está gigante en cada parte: John Taylor y Nick Rhodes son unos pequeños
dioses en sus roles respectivos.
Y es que el principal mérito de la banda fue entregarse lo
justo sin caer en remedar su postura; digamos hacen uso de efectos prácticos
con fuegos artificiales en las pantallas, pelotas gigantes hacia el público o
ese homenaje a David Bowie que enlazaba ‘Planet Earth’ con la maravillosa
‘Space Oddity’, y podría haber sido un exceso, pero se queda ahí, como un toque
pintoresco porque la solidez del repertorio es más fuerte. Revisitándolo y ajustándolo
a nuestros días sin profanarlo en el proceso.
‘Come Undone’ ya me suena inseparable sin el aporte que
hacen las poderosas coristas del grupo, que desbordaban carisma y que brillaron
por méritos propios. No repararon en hits a la hora de armar su setlist tampoco:
‘Ordinary World’,’Girls on a film’, ‘Rio’ , ‘The wild boys’ , ‘Save a prayer’ o
‘Hungry like a wolf’.
Lo que podría haber sido un estertor de viejas glorias
fue un charchazo para cualquier banda que lleve menos de 10 años tocando y no
le alcance para esa potencia en vivo.
En cuanto al público fue uno de mayor edad el que a esa hora
disfrutó de las canciones de los ingleses, pero es confortable pensar que entre
tanto millenial esperando a The Strokes o Th Weeknd más de alguno haya
sucumbido a la arrolladora propuesta de un grupo que sabe cómo manejarse a si
mismo sin perderse en el proceso. Porque perder el norte es fácil – sobretodo
cuando de la nada aparecen alpacas y monos gigantes entre el público- sin
embargo la prolijidad de Duran Duran en su presentación es una de esas para atesorar en el futuro.
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