Matorral - Gabriel (2015)



La lógica que sigue Matorral exige dar profundidad a sus canciones. Aun cuando gusten de doblar por esquinas menos recorridas anteriormente, siempre consiguen ahondar y brindar a sus escuchas una vuelta más, un espacio para que quien oiga las canciones perciba o pueda llegar a una interpretación propia, personal.

Es la búsqueda inacabable de unos músicos que esperan la misma inquietud de quienes -en definitiva- disfrutan o sienten curiosidad por lo que tienen para ofrecer.

Y el nuevo disco no podía ser menos: se adhiere con convicción a esta forma, dando protagonismo a otros instrumentos en desmedro de las guitarras y texturizando las composiciones de nuevas maneras. De hecho, Felipe Cadenasso prácticamente no toca la guitarra en este elepé, inclinándose en mayor medida por los teclados, que de primeras parecen llevar la nota alta.

Dentro del método de trabajo de Matorral, esto no debería ser una locura. “Remoto Control” (2013) fue un trabajo redondo y bastante bien recibido, además de ser un disco que equilibraba su lírica con un sonido mesurado pero con voz propia, y eso es una garantía que se da por hecha con ellos. Más allá del instrumento que tome o no protagonismo, la voz de Matorral se mantiene.

Independiente de la herramienta que ocupen para poder fabricar el mensaje de cada disco, poseen, en definitiva, un lenguaje musical distintivo que siempre saca provecho a nuevos elementos y nunca son estos quienes que se apropian de la personalidad del grupo.

Y es que desde el single promocional, ‘Boleta De Cambio’, ya se marcaba el signo por el que se guiaría el disco: canciones lentas con pianos cáusticos y esa sensación de limbo constante.

“Es como un sol antes de tiempo”, dice ‘Abril’, el cuarto tema que se embala, tal como casi todo en “Gabriel”, en esa aura de canciones compuestas por piano y batería cardíaca marcando el paso (a lo ‘Videotape’ de Radiohead) que sólo puede terminar en un zanjón de introspección .Y es que casi todos los temas comparten estos elementos: ‘Blanco’ y ‘Aire’, sin ir más lejos, son como si te vaciaran el alma de a poco, o inclinándose por algo más dulce y sideral, podríamos detenernos en ‘Cierto’.

Ahora, si buscásemos un adjetivo -uno tan sólo- para adjudicarle a “Gabriel” (nombre dado por el hijo recién nacido de Gonzalo Planet, bajista) este sería prudente. Una mesura propia para reinterpretarse, ya sea por el momento que viven los integrantes, o por la renovación constante.

La creación de nueva música, la paternidad o la codificación de las canciones son ciclos incesantes que parecen endilgarse a quienes transitan por ellas. Matorral parece no escapar a esto, y lo traduce en este disco. Tanto para ellos como artistas, que al fin y al cabo viven en un mundo real, como para quienes están tras los parlantes buscando recovecos a los que asirse en su obra.

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