La
sensación que queda tras escuchar múltiples veces “Nefertiti”, la
continuación del fascinante “Las Cruces” (2012), es la de
haber encontrado un lugar en que hablar de muerte y hacerlo tarareable ocupan
la misma dimensión. Y es que este concepto visto con regularidad en
lanzamientos discográficos, acá consigue escapar a ese pesimismo tópico en el
que se suele caer a la hora de tratar estos contenidos, siendo más a similar a
un Memento mori en envoltura pop, que a una marcha fúnebre
ralentizada.
Es
evidente que las vivencias de los miembros de Protistas en la
confección de su tercer trabajo se extrapolan a la visión del disco; en
particular las del vocalista Álvaro Solar, quien asimila esas
experiencias y las retorna en forma de canciones (‘Hospital Salvador’, ‘Mi
Familia’) y en lugar de lamentarse, parecen retribuir y asimilar la muerte
como una parte intrínseca del vivir. Siendo asociadas generalmente como un
anexo, las pérdidas -en el ancho del significado- Protistas las integra, sino
como hilo conductor, al menos como una neblina que tiñe casi en totalidad la
placa.
‘En Mis
Genes’, el primer apronte que dieron, más
que ser una muestra se transforma en la Piedra de Rosetta que
imbuye el ánimo del disco; parsimonia y cuerdas prístinas que raramente se
alteran o cambian de velocidad, no como en la línea de ‘Florecimiento’ o ‘Mi
Familia’ que están en un espectro sonoro más jovial.
Así como
también podríamos ubicar en un mismo sitio a ‘Vigilia’, ‘Me
Atrapo X Todo’ y ‘Función y Guía’, versiones algo más
lentas pero con mucha carga emocional, salvo por la tercera que con sus más de
ocho minutos tiende a inclinarse más por la textura que por insinuar
literalmente la sensibilidad como motor.
La
depuración del sonido también acusa mayor protagonismo y de paso lanza un poco
de sombra a sus hermanos mayores, sobre todo a “Nortinas War” (2010).
El avance en este punto es bastante si se contraponen linealmente los tres
discos editados a la fecha, siendo “Nefertiti” quién exhibe una porción mayor
de evolución natural y el arribo a una meta necesaria. Esta limpieza deja al
descubierto la arquitectura de las canciones así como el revestimiento lirico
que siempre intuimos, pero nunca pudimos disfrutar con tanta nitidez.
La música
de Protistas parece haberse gestado lentamente, y durante este proceso se ha
tomado todo el tiempo del mundo para llegar a su condición actual, Un
crecimiento exponencial que deja la palabra apresurado de lado y que sigue
mostrando una madurez rotunda, pero por sobre todo un sentido musical propio y
muy fino, alejándose de la estética predominante de la escena local pop, para
seguir instaurando una marca propia. No más fuerte, pero si más contundente.
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